Para quienes estamos familiarizados con Sherlock y vimos las dos primeras temporadas, conscientes de que son solamente tres episodios por cada una y que el tiempo de espera entre temporadas suele ser bastante largo, resultó un poco difícil de aceptar que así como se tarda en regresar, así de rápido se marcha, nuevamente.
Escrito por Steven Moffat, ‘His Last Vow’ nos muestra el punto más alto de ésta humanización de Sherlock que vimos a lo largo de los dos primeros episodios. En esta ocasión, Sherlock se enfrenta a Charles Augustus Magnussen, un empresario que en sus tiempos libres gusta de chantajear a las personas; tanto así que el Gobierno Británico prefiere tenerlo más cerca que lejos por todos los datos que tiene en su poder. Países enteros le temen, personas importantes y personas del común.
Sherlock es enfático en la repulsión que este individuo le causa; es claro en decirle a John lo mucho que desprecia a una persona que juega con la intimidad de otros, así como sucede con la mujer que solicita su ayuda, Lady Smallwood.
Magnussen sabe del poder que ejerce sobre otros y lo demuestra comportándose como si en verdad tuviera derecho sobre las personas que chantajea; hecho que se puede ver cuando se auto invita al 221B y simplemente dice: “ésta es mi oficina, señor Holmes”.
El episodio está basado en la historia de Sir Arthur Conan Doyle, ‘The Adventure of Charles Augustus Milverton’, casi que al pie de la letra, considerando la adaptación de la serie. En la historia, Holmes sostiene una relación con una mucama de la casa de Milverton para lograr entrar en el domicilio, llegando al punto de proponerle matrimonio a la joven muchacha. No es distinto en el caso de la serie ya que nuestro detective consultor descubre que Janine (recuerdan a la madrina de bodas en ‘The Sign Of Three’?) es la asistente personal de Magnussen, y se involucra con ella para gran sorpresa de John (¡y de todos!).
Efectivamente la relación paga lo buscado: Sherlock logra entrar a la oficina del empresario en Londres gracias a ella. Junto con Watson, ingresan al lugar, pero se dan cuenta que algo anda mal. Janine está inconsciente en el suelo y se escuchan voces en la oficina. Sherlock se aventura y encuentra a Magnussen a punto de morir a manos de quien se supone es Lady Smallwood. Es enorme su sorpresa, y también la nuestra, cuando ve a la misma Mary Morstan, vestida de negro, con un talante frío, calculador, apuntándole con un arma.
En una inteligente secuencia que amarra al televidente hasta el final, Moffat y compañía nos cuentan cómo Sherlock Holmes trata de no morir, luego de que la esposa de su mejor amigo le dispara. Es todo un viaje dentro de la psiquis de Sherlock, más detallado y largo que el que pudimos apreciar en ‘The Sign Of Three’ mientras resolvía el caso.
¿Cómo debe caer? ¿La bala entró, pero salió o sigue dentro? Dentro de su palacio mental están Mycroft, la voz de la razón, obligándole a concentrarse; Molly, quien le indica paso a paso lo que sucede y, como sucedió en la temporada anterior, lo guía para mantenerse vivo; y Anderson, dando su opinión valiosa para mantenerlo con vida. Quizás el punto más exigente es cuando Sherlock ve a su amigo de la infancia Redbeard, perro al que tuvo que sacrificar de niño, y le dice: “Me están sacrificando también, no es tan divertido, verdad?”.
Poco a poco, vemos como Sherlock deja escapar su vida, hasta llegar, a lo que podemos considerar, la habitación donde guarda sigilosamente su corazón: una celda estrecha y acolchada donde la locura está encadenada bajo la forma de Moriarty, personificada por Andrew Scott quien nos deleita con una actuación magnífica, cruda y cargada de demencia. Es ésta imagen la que empuja a Sherlock, cuyo corazón se detiene, a regresar a la vida.
John se entera. Por supuesto que se entera! Mary le exige a Sherlock no contarle y aunque no lo hace, sabe que su amigo merece saber con quién se casó. Y el punto es, que ese ni siquiera es su nombre porque Mary Morstan no existe. Todo lo que es ella lo sabe Magnussen, quien tiene el poder de acabar en un santiamén con su vida y con las de las personas que la rodean. Luego de sincerarse, a pesar de casi haber matado a Sherlock, éste le dice a John que puede confiar en ella.
El episodio concluye en tragedia. Podemos ver cómo Sherlock hace lo que tiene que hacer por aquellas personas que quiere, en especial Watson y sacrifica su bienestar para que Mary pueda tener una nueva vida junto a John, sin considerar las consecuencias. Magnussen cae, tal vez, por subestimar a Sherlock y dejarle ver que hay un aspecto importante en el cual son bastante similares.
El final: agridulce. Sherlock debe marcharse a una misión de seis meses en Europa Occidental con pocas posibilidades de sobrevivir y las despedidas se leen entre líneas. Sherlock le revela a John su nombre completo, “William Sherlock Scott Holmes”, y éste comenta que creen que están esperando una niña. Hay mil cosas que no tienen que decirse en voz alta, en mi opinión. Cosas que se entienden en silencio. Sherlock se marcha y Mary y John lo ver alejarse a la distancia.
Pero, ¡un momento! En un increíble giro de eventos, de guiones, de sucesos, de toda la historia de Sherlock y John, y lo que ha pasado en los últimos dos años desde la caída, nos saluda desde el más allá (¿o qué tan acá puede estar?) un rostro familiar. “Did you miss me?” se repite en pantallas a lo largo y ancho de Londres y supongo que todo el Reino Unido. Créanme, es un rostro del pasado que no esperábamos ver.
Con esto, y nuestro querido Holmes de regreso de su exilio tan rápido como se había ido, concluye la tercera temporada de la exitosa serie de la BBC, que cierra como el drama británico más visto de ésta cadena desde el 2001. Ahora, comienzan las preguntas: ¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Es real?. Tendremos mucho para entretenernos mientras regresa la serie, con algo de suerte y si los horarios de todo el cast & crew concuerdan, en diciembre del 2014.