Idris Elba y Tilda Swinton brillan en este festín visual de George Miller que reflexiona sobre el poder de la narración.
George Miller es uno de esos directores a los que ningún género cinematográfico le queda grande. Desde ‘Happy Feet’ (2006) hasta la saga de ‘Mad Max’, el director australiano ha demostrado (sin que nadie se lo hubiera pedido, realmente) que el cine es su parque de juegos y puede hacer lo que quiera con sus historias.
Y es el caso con ‘Three Thousand Years of Longing’ (‘Érase Una Vez un Genio’ en Latinoamérica) que, a todas luces, parece ser un proyecto hecho por el puro goce y disfrute de hacer cine más allá de cualquier otra cosa.
En la adaptación de la novela corta escrita por A.S. Byatt —‘The Djinn in the Nightingale’s Eye’—, Miller y la co-escritora Augusta Gore nos presentan a Alithea Binnie (Tilda Swinton), una narratóloga que viaja por el mundo y participa en conferencias donde habla sobre la narratología en las culturas. Ya de entrada, es una película de historias que nos habla de la estructura del relato mismo, en un nivel algo meta.
En su viaje a Estambul, para una de tantas conferencias en su vida profesional, Alithea termina encontrando un frasco de vidrio algo maltratado pero que la cautiva de forma inexplicable, y que termina siendo la proverbial lámpara del genio.
De allí, y dentro de su habitación de hotel, que además resulta ser la misma en la que Agatha Christie escribió ‘Murder on the Orient Express’, aparece un Djinn (Idris Elba). El genio de la lámpara lleva tres mil años encerrado, esperando poder otorgarle tres deseos a la persona que lo despierte para, así mismo, él ser libre otra vez.
La película entonces transcurre entre la charla que tienen Alithea y el Djinn en la habitación del hotel, donde éste le cuenta a la académica las historias que pudo vivir en los diferentes momentos en los que estuvo fuera de su encierro, al tratar de otorgar aquellos deseos que lo harían libre nuevamente.
Son tres mil años de anhelar su liberación. Y en el proceso, el Djinn trata de convencer a una muy escéptica Alithea de pedir los deseos de su corazón, a lo que ella responde simple y llanamente con que tiene una vida que la hace sentir plena y que realmente no necesita nada más.
‘Three Thousand Years of Longing’ es visualmente atractiva, nada raro en películas de George Miller, y las actuaciones de Idris Elba y Tilda Swinton son cautivantes, mientras guían la narración y establecen la atmósfera adecuada para este tipo de relato.
El viaje a través de las tres historias que el Djinn nos presenta (y le presenta a Alithea) es seductor y emocionante, en particular por la propia dirección de arte y cinematografía. Sin embargo, cuando volvemos a la habitación del hotel, el relato parece bajar su velocidad y desaturarse un poco. El contraste es fuerte y en ocasiones relentiza el ritmo de la historia, como si los espectadores estuviéramos esperando la caída de una montaña rusa para tomar velocidad. Pero esto no sucede.
La propia historia del Djinn y Alithea cobra vida finalizando la cinta, aunque de manera un poco apresurada e incluso espontánea, en medio de los grandes relatos del genio y su esplendor.
Los últimos minutos son, por decirlo, cálidos y adorables, apelando al sentimiento humano de la necesidad de compañía y afecto, sin importar realmente cual sea su origen. Y la historia, al final, concluye como lo harían los cuentos de hadas o uno de los que Sherezada contó en las ‘Mil y Una Noches’.
George Miller hace un buen trabajo con ‘Three Thousand Years of Longing’, quizá sabiendo que no será una película que, de golpe, atraiga al público en general, sino que, antes que nada, es un pequeño proyecto de su amor por contar nuevas historias.